La premisa central del Curso de Milagros es que el mundo que percibimos es una ilusión creada por nuestras mentes. Según esta enseñanza, todo lo que experimentamos en la vida cotidiana es una proyección de nuestros pensamientos y creencias internas, lo cual nos aleja de la verdadera realidad, que es el conocimiento divino. Esta distinción entre percepción y conocimiento es fundamental para el curso. Mientras que la percepción está sujeta a errores y distorsiones, el conocimiento es absoluto y proviene de una fuente divina.
Doferencia entre percepción y conocimiento.
El Curso de Milagros propone una comprensión profunda y diferente de la percepción, describiéndola como una función de la mente humana que está intrínsecamente sujeta a interpretaciones y juicios. Según esta enseñanza, la percepción no es una característica inherente a Dios, sino una herramienta del ego que tiene el poder de distorsionar la realidad. Esta distorsión crea una separación ilusoria entre nosotros y el mundo que nos rodea, consolidando la idea de un universo fragmentado y desordenado.
El Curso de Milagros enfatiza que la percepción está limitada por nuestras experiencias y creencias personales. Cada individuo ve el mundo a través de un lente único, moldeado por su pasado y sus expectativas. Estas limitaciones personales provocan una serie de malinterpretaciones y juicios erróneos, que refuerzan la separación y el conflicto. En esencia, la percepción se convierte en una barrera que nos impide ver la verdad y la unidad subyacente de todas las cosas.
Esta visión de la percepción contrasta profundamente con la visión divina, que el Curso describe como una forma de conocimiento puro e inmutable. Mientras que la percepción es cambiante y subjetiva, la visión divina es constante y objetiva, reflejando la verdadera naturaleza del ser y del universo. La percepción está sujeta a la dualidad y a la fragmentación, mientras que la visión divina está alineada con la unidad y la integridad.
Para superar las limitaciones de la percepción, el Curso de Milagros sugiere un proceso de desaprendizaje, donde se cuestionan y se revisan las creencias y juicios personales. A través de la práctica del perdón y la entrega de nuestras percepciones al Espíritu Santo, podemos empezar a ver más allá de las ilusiones del ego y acercarnos a una visión más clara y divina de la realidad.
El conocimiento como atributo divino
El Curso de Milagros establece una clara distinción entre la percepción y el conocimiento, atribuyendo a este último una naturaleza divina que lo distingue de cualquier forma de percepción humana. Mientras que la percepción está sujeta a las limitaciones y distorsiones del mundo físico, el conocimiento se describe como una comprensión directa, total y absoluta de la verdad. Este conocimiento es un atributo de Dios, caracterizado por su eternidad, inmutabilidad y pureza inalterable.
El conocimiento divino no está sujeto a los cambios y variaciones que afectan a la percepción. La percepción depende de los sentidos y está influenciada por las experiencias, emociones y creencias individuales, lo que la hace susceptible a malinterpretaciones y errores. En contraste, el conocimiento es una verdad universal que trasciende estas limitaciones. Es una conexión directa con la esencia de la realidad, una comprensión perfecta y sin fisuras de la verdad que no necesita interpretación ni está sujeta a las distorsiones del ego.
En el contexto del Curso de Milagros, el conocimiento se alinea con la verdadera esencia de la realidad y la unidad con lo divino. Esta forma de comprensión es inherente a la naturaleza de Dios y, por extensión, a la de sus creaciones. Como atributo divino, el conocimiento está siempre presente y accesible para aquellos que eligen ver más allá de las ilusiones del mundo material. Es un estado de ser que refleja la paz, el amor y la unidad que son la esencia de Dios.
El Curso de Milagros enseña que el objetivo de sus lecciones es ayudar a los estudiantes a superar las limitaciones de la percepción y alcanzar el conocimiento divino. Este conocimiento no puede ser adquirido a través de métodos convencionales de aprendizaje, sino que es un despertar espiritual, una revelación que ocurre cuando la mente está en paz y alineada con la voluntad de Dios. De esta manera, el conocimiento como atributo divino se presenta como la clave para comprender la verdadera naturaleza de la realidad y experimentar la unidad plena con lo divino.
Diferencias clave entre percepción y conocimiento
En el contexto del Curso de Milagros, la distinción entre percepción y conocimiento es fundamental para entender la naturaleza de la realidad y la forma en que interactuamos con ella. La percepción es descrita como un proceso temporal y variable, influenciado por nuestras experiencias, creencias y emociones. A través de la percepción, interpretamos el mundo de formas que pueden ser subjetivas y cambiantes. En contraste, el conocimiento, según el Curso de Milagros, es eterno y constante, una verdad inmutable que trasciende las limitaciones del tiempo y el espacio.
El Curso de Milagros enseña que la percepción puede ser transformada mediante el perdón y un cambio de mentalidad. El perdón, en este contexto, no se refiere simplemente a perdonar acciones pasadas, sino a liberar nuestra mente de juicios y percepciones erróneas. A través del perdón, se nos invita a ver más allá de las ilusiones y acercarnos al conocimiento divino, que es una comprensión directa y completa de la realidad tal como es.
Un ejemplo práctico del Curso de Milagros que ayuda a los practicantes a reconocer y superar las limitaciones de la percepción es el ejercicio de “ver a través de los ojos del amor”. Este ejercicio consiste en intentar ver cada situación y persona libre de juicios y con una mente abierta, permitiendo que la percepción se alinee más con el conocimiento divino. Otro ejercicio consiste en la repetición diaria de afirmaciones que refuercen la idea de que nuestra verdadera esencia es el amor y que cualquier percepción de separación es una ilusión.
Estos ejercicios y prácticas están diseñados para ayudar a los practicantes a identificar y cuestionar las percepciones que causan sufrimiento y limitación. Al hacerlo, se abren a la posibilidad de experimentar el conocimiento verdadero, que es una conexión profunda y directa con la realidad divina y eterna.
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